miércoles, 16 de abril de 2014

ARTICULO

Cuaresma, camino
 hacia la reflexión

Cesar González Guerrero

Con todo respeto, la familia González Guerrero y González Arcos, por este medio envía un sincero saludo solidario a la Familia Guerrero Gutiérrez y Guerrero Bracamontes, de Copala, Gro., por el sensible fallecimiento del estimado tío Antonio “Toño” Guerrero Gutiérrez. Descanse en Paz. 

En los eventos religiosos que, cada año, realiza la iglesia católica, es muy común escuchar este término de Cuaresma,  para referirse al tiempo litúrgico de conversión que marca la iglesia, para preparar la fiesta de la pascua, es decir, la víspera para vivir la pasión, muerte y resurrección de Jesús, tiempo durante el cual se  promueve el arrepentimiento de los pecados y de cambiar algo, para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo, desde luego, con la aceptación del Evangelio.
Precisamente, la duración de este periodo es de 40 días, que inicia con el Miércoles de Ceniza, día que es considerado como una estación espiritual muy relevante para todo cristiano, y concluye antes de la misa de la Cena del Señor, del jueves Santo.
En la iglesia antigua, la duración de la cuaresma variaba, pero eventualmente comenzaba 6 semanas antes (42 días) antes de la Pascua, por lo que el ayuno solo duraba 36 días, en lugar de los 40, excluyendo los días domingos. Ya en el siglo VII se agregaron 4 días para imitar el ayuno de Cristo en el Desierto.
Recuerdo que, en Copala, las familias humildes, como la nuestra, inculcaban a los niños el respeto a estas fiestas religiosas, significando siempre una profunda inspiración espiritual, y desde luego una experiencia inolvidable, hasta nuestros días. Vivir estos tiempos se convertía no solo en una experiencia moral, sino también una obligación para compartir con nuestros mayores, todo lo que la liturgia nos indica.
En lo particular, debo mencionar que tuvimos la fortuna de que la familia de nuestros padres, nos ayudo lo suficiente como para agradecerles todos los consejos y orientaciones que nos brindaron en nuestra niñez, cuando aun vivían inolvidables personas como: nuestra madre Cohinta Guerrero Aparicio, “ma Cohinta”; mis tías María de Jesús Aparicio, “ma chucha”; Felicísima Bracamontes “ma chichima”; y mi abuelita Victoria Castañeda Garcia “ma toya”; Josefa Barreto, “ma chefa”; la inolvidable señora Margarita Perulero; el respetable señor Marcelino Morales Bracamontes,  entre otras personas que, por años encabezaban precesiones y rezos, cantos y que, por respeto al espacio no es posible anotar. Habrá otra oportunidad de recordarlas.
En esta ocasión, es propicio el momento para que las familias guerrerenses, y Costachiquenses, aprovechen la riqueza y fuerza moral que estos eventos tradicionales ofrecen a los ciudadanos. Al menos en nuestros paisanos de la Costa Chica observamos una total entrega a las actividades previas, y durante, la semana Santa.
No hay ninguna duda de que, independientemente de la existencia de otras corrientes del pensamiento, estas acciones  contribuyen y permiten hallar una opción de vida mejor. Claro con todo el respeto que se merece cada una de sus expresiones. Vivir en una sociedad plural, y en mundo globalizado, es un reto para la convivencia humana.
Vivir la fiesta de Semana Santa es, recordar también, el impacto económico que ello significa, ya que en ese mismo contexto, se presenta el periodo vacacional que, en nuestros tiempos de estudiantes, en los años 1970-1980, esperábamos su llegada con gran ansiedad, para estar con nuestras familias, tanto que, al reiniciar las actividades después de las vacaciones de diciembre, ya estábamos marcando los días que faltaban para regresar, nuevamente, a nuestra tierra. Eran otros tiempos.

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