jueves, 27 de agosto de 2015

COLUMNA

COSMOS

Héctor Contreras Organista

LOS RELOJES DE CHILPANCINGO
Para cualquier pueblo, ciudad, aldea, cuadrilla, rancho, cueva, iglú o mazmorra  que haya en el mundo, si cuenta con música para sus habitantes les está ofreciendo un tesoro, convertido en paz, armonía, tranquilidad, bienestar y deleite.

Pero además del servicio que se le está dando a esa ciudad al anunciar por medio de campanarios y relojes públicos la hora que se vive en el instante y llaman la atención pública, se ofrece a esa población un atractivo digamos, turístico.
Supongamos que algún grupo humano vive en una ciudad donde no hay mar, playas, ríos o nieve, balnearios, islas, canales de navegación tipo Venecia, pero radica en una ciudad fiera, fea, horrible, fétida, apestosa, hedionda, asquerosa, insalubre, putrefacta y que es atravesada por un “río” como el Huacapa de donde derivan enfermedades y sus mercados funcionen bajo esas mismas condiciones, ah, pero tiene un reloj musical y un campanario de lujo, como que la cosa cambia. 
Los que la visitan dicen: Mira qué fea la población, pero a pesar que andan todos mugrosos y viven como marranos, tienen la gracia de contar con un reloj musical agradable: ¡¡¡A web.com!!!
Por eso, desde que se inventaron los campanarios y los relojes, unidos en automático con las campanas para repicar cada hora y “dar” cada uno de sus cuartos de hora, y más tarde aparecieron los relojes musicales, las ciudades se distinguen no sólo porque demuestran ser cultas, sino que eso habla muy-muy bien de que las autoridades que recurren a esa práctica, algo o mucho tienen de cultura; no son tan marranos como arbitrariamente podría juzgárseles.
Y, claro que no estamos hablando de relojes como el astronómico de Praga, que es mucho decir, o del Big Ben, de Londres, el más famoso del mundo. O el de Aarau, Suiza,… ¡Para relojes, Suiza!
Fijemos de momento nuestra vista en Chilpancingo, que al fin de cuentas es “es nuestro hogar común”, aunque esté más traqueteado que el tren más viejo del mundo, pero es nuestro.
El reloj que por muchos años funcionó incrustado en la torre norte del templo de Santa María de la Asunción, hasta donde se sabe, fue primeramente colocado al centro y en la parte superior del edificio del antiguo Palacio de Gobierno, posiblemente con motivo del primer centenario de la creación o “erección” del estado de Guerrero, en 1949.
Para protegerlo de las inclemencias del tiempo le instalaron una casetita, y así se exhibió por mucho tiempo. Quienes han sido cronistas de la ciudad deben seguramente haber considerado el origen, funcionamiento, valores y niveles de transformación del reloj en la vida citadina de Chilpancingo. Seguramente en la crónica de la ciudad debe existir esa valiosa aportación de datos.
En nuestras investigaciones que nada tienen que ver con la crónica oficial sino como simple quehacer de reporteros, en su oportunidad dimos a conocer detalles de ese reloj que fue cambiado del viejo Palacio de Gobierno  a la torre norte del templo de la Asunción, hoy denominada catedral de María de la Asunción.
“Don Leno”, el sacristán de la Asunción (don Magdaleno Bonilla Barrios, 22 de julio de 1931, Oxtotitlán, municipio de Ahuacuotzingo), hace años nos mostró el interior de la torre norte donde fue colocada la preciosa  maquinaria del reloj de tres cuerdas que conserva una placa de su manufactura: Compañía “Centenario”, de Zacatlán, Puebla. 
Vista desde ese lugar, la joya cronométrica tiene como fondo el reverso de la carátula del reloj de números romanos que se puede observar desde la plaza central de Chilpancingo. Arriba, asoman por una ventana protegida con barandal de hierro forjado, las tres pequeñas campanas que combinan o combinaban sus sonidos para “dar la hora”. 
Esa fue hace años la máquina del tiempo unida a las campanas que controlaban con su tintineo el eje cronométrico de la actividad citadina de la capital guerrerense. Pero que, desgraciadamente hace ya años se le dejó de dar mantenimiento y al estar en desuso el deterioro fue inevitable.
Desde el sábado 28 de marzo de 2009, la capital del estado contó con otro renovado y primordial servicio: El Reloj Musical de Chilpancingo, que al igual que el de la Asunción se echó a perder por el mismo motivo: Descuido, irresponsabilidad y poca atención o nula de quienes deben cuidarlos.
Fue el gobernador Alejandro Cervantes Delgado quien en los años 80, al construirse el nuevo Palacio Municipal dispuso que en la parte central del frontispicio del ayuntamiento se colocara un reloj musical. 
Se previó que fuera semejante al que existe en Ometepec cuando al llegar a determinado horario deja escuchar tonos de la canción “Ometepec” que don José Agustín Ramírez compuso para “El bello nido de infinitas ilusiones”.
En Chilpancingo se tomó del mismo autor su canción “Por los Caminos del Sur” para el reloj antiguo que dejó de funcionar por los motivos insultantes que ya comentamos líneas arriba. 
A los casi tres meses de haber llegado la nueva administración de la presidencia municipal dispuso se comprara un nuevo reloj para la ciudad. Otra vez la compañía de relojes “Centenario” de la ciudad de Puebla, fue la elegida para que colocara en lo alto del ayuntamiento, en la parte central,  el cronómetro que costó 130 mil pesos, aproximadamente. 
Es electrónico y la compañía es quien le daba mantenimiento vía satélite programando sus interpretaciones, para lo cual se van eligiendo, de entre las doce melodías que contiene, las adecuadas a las fechas a que se arribe.
Así por ejemplo, el 10 de mayo, desde Puebla, se programaron “Las Mañanitas” para el festejo a las madres. El resto son el Himno Nacional, la Marcha Zacatecas, cuatro villancicos navideños y otras melodías. Se mandó construir una cabina especial en la parte posterior de donde se ve el reloj desde la plaza central y en la parte superior se le colocaron cuatro bocinas orientadas hacia cada uno de los puntos cardinales. Don Héctor Rodríguez Villa, quien fue director de Servicios Generales del ayuntamiento (El mejor después de su hermano Hugoool) y algunos de sus ayudantes, vigilaron constantemente el buen funcionamiento de la maquinaria que contó con servicios de emergencia “para cuando  se va la luz” y el reloj no pare su marcha. De la compañía les enviaban aditamentos especiales para aceitar la sofisticada maquinaria.
El Reloj Musical de Chilpancingo interpretaba “Por los Caminos del Sur” a las 6 de la mañana, con lo que despertaba a la ciudadanía. 
Repetía a las 9, a las 12, a las 16, 18 y 21 horas. También sonaban las campanas cada cuarto de hora. 
Solamente existían tres relojes de ese tipo en la república mexicana: uno en Nuevo León y el segundo en Tuxtla, Gutiérrez.  En el extranjero solo los hay en Suiza, España y Alemania.
 A cada región se le programan las melodías de acuerdo a la selección que hagan los compradores. 
La cabina donde se localizaba la maquinaria estaba debidamente resguardada y no se permitía el acceso a nadie que no fuera el empleado responsable de su conservación o al director del área.
La iglesia de san Mateo también tuvo su reloj pero por lo mismo de los anteriores, valió lo que en Buena Vista de Cuéllar se le unta al queso.
Los vecinos del barrio de San Francisco de Asís desde hace años compraron un reloj medio chafón porque se descompuso casi al instalarlo, pero don Nachito Álvarez Torres le adaptó alguna pieza que él inventó y siguió funcionando.
En la actualidad ese reloj debe contar con algún sistema nuevo de música o a lo mejor compraron otro que a las ocho de la mañana se oye en el campanario la tonada de: “En diciembre una hermosa mañana, en diciembre una hermosa mañana, la Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac”.
… y por la tarde, exactamente a las seis, una música muy bella seguramente ligada con la alguna sinfonía dedicada a San Francisco de Asís. Música que, aunque es breve, en verdad se disfruta.
Ojalá que ya arreglen el campanario de la Asunción y del antiguo edificio del ayuntamiento donde está el dizque “palacio” de “cultura”, pero sin palacio y menos con cultura… y lo peor: Sin reloj para Chilpancingo.

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