jueves, 11 de febrero de 2016

COLUMNA

 Cosmos

Héctor Contreras Organista

MARCO ANTONIO GÓMEZ MANDUJANO
-“El guitarrista que canta con las manos”-
 TOÑO, es decir: Marco Antonio Gómez Mandujano nació el 13 de junio de 1959, en Ometepec, Guerrero. Fue su papá don Andrés Gómez González, fallecido y doña Paula Mandujano Díaz.
 Y están por cumplirse dos años de que el magnífico guitarrista Toño, comenzó a ejecutar la guitarra para deleite de quienes gustan disfrutar de solaz y esparcimiento en la plaza central de Chilpancingo.
Maestro normalista de profesión, retirado de esa actividad desde hace algunos años, eligió uno de los muchos oficios que domina con la intención de vivir su vida de bohemio genuino: la ejecución de la guitarra. 

Es, además, mimo, del tipo de Marcel Marceau (dicho con los merecimientos en las respetables proporciones); dibujante, pintor, escultor, compositor y actor. 
Su actividad artística, como él la vive, linda en la pobreza económica y casi siempre la rebasa, pero arriba definitivamente al plano superior de la satisfacción y el placer máximos de ofrecer lo mejor de sí, de su arte, con su lira, a quienes lo escuchan,   
Algún día, de algún modo u otro llegó a tocar una guitarra para enseñar las primeras pisadas que dan los tonos al hijo de El Borrego, un próspero comerciante de las calles de Zapata en Chilpancingo, quien era dueño de una guitarra. En agradecimiento a Toño, por ser maestro del instrumento de su hijo, El Borrego se la prestó.
Fue entonces que Toño llegó a los dominios restauranteros del buen amigo Beto Morlet, dialogó con él y le permitió por la mañana, que durante una hora tocara para la clientela del restaurante. A las tres, otra hora y era el propio Beto quien solicitaba la coperacha entre sus comensales, dinero que le entrega al guitarrista.
Confiesa el artista que no le agrada ejecutar la guitarra en lugares cerrados, y por ello optó sabiamente tocar en diferentes puntos de la plaza central. Estando frente a una cafetería sobre calle Zapata esquina con Madero, cierta ocasión lo escuchó Florencio SalazarAdame, quien acababa de entregar la representación diplomática de México en Colombia.
En una segunda vez quiso escucharlo pero vio a Toño sin guitarra y le preguntó qué pasaba. “Es que no era mía”. Florencio, el ahora secretario general de gobierno, le contestó que no se preocupara. “Pide un café y espérame diez minutos”. A los diez minutos regresó el famoso político trayendo en obsequio una guitarra a Toño quien la estrenó de inmediata.
Cuando habla del tema se le nota en los tonos de voz y en la mirada su gratitud a Salazar Adame.
Acomoda la bocina de la guitarra en cualquier parte de la plaza central, se oye a distancia. La música que ejecuta es variada, bellísima. Toño no canta, sólo toca la lira, las melodìas que se le escuchan son o fueron canciones famosas. 
Otra confesión es que: “No sé nota, mi ejecución es lírica, pero le gusta a la gente”.
Frente a él coloca un sombrero donde la gente va depositando monedas. Cuando le preguntamos de cómo le va en sus ingresos nos dice:
“Una ocasión estuve tocando cuatro horas consecutivas y cuando me acerqué a ver la cantidad de dinero en el sombrero, había un peso… un solo peso”.
“En otra ocasión vi que venía hacia mí un matrimonio, se pasaron de largo pero en ese momento comencé a tocar `La Distancia`, de Roberto Carlos. Se regresaron a seguirme escuchando y cuando terminé de tocar la melodía, me dijeron: “Maestro, usted canta con las manos”, y me dejaron quinientos pesos”.
El dinero que Toño va reuniendo en el curso del día a veces llega a los doscientos pesos, en ocasiones más y a veces, nada… Ese oficio se ejerce bajo aquella premisa que reza: “Hay veces que nada el pato… y hay veces que ni agua bebe”.
El dinero se lo entrega a su hija, para los gastos que hace en su escuela. Pronto será química profesional. 
Hay pretenciosos, como en todos lados, que a veces pasan a decirle que ellos tocan mejor que él. No les hace caso. Lo ha visitado el maestro Fernando Méndez Salgado quien ha ejecutado junto a él algunas melodías, y ese detalle le honra y lo agradece el buen Toño.
Lo pretenden contratar en restaurantes o lugares cerrados, él prefiere los grandes espacios y la libertad plena. 
En Chilpancingo, hay muchos guitarristas, buenísimos, pero casi nadie de ellos toca si no les pagan… y menos en la calle. Toño hace todo lo contrario en la plaza pública: coloca el sombrero frente a sí. Nunca pide, si le depositan an algo de dinero en el sombrero qué bueno, y si no, también.
Gracias a Toño, el guitarrista, la plaza central de Chilpancingo cuenta con música todo el día y todos los días. Buena música; agradable, bonita y en ocasiones de mucha nostalgia… Recuerdos de Ipacaraí, por ejemplo…
En su juventud gustaba de jugar futbol y con quienes hacía equipo tocaban guitarra, lo invitaba a que aprendiera pero Toño se negaba. Hubo varios retos para que ejecutara el instrumento, primero en su domicilio del Callejón del Tío Nacho, después en la colonia Rufo Figueroa, hasta que se decidió a aprender solo mediante métodos y práctica intensa.
Habiéndose retirado del magisterio, por la edad no encontró trabajo y por ello se dedicó a la guitarra.
Tiene un repertorio de más de 500 melodías. Es su esposa la señora Teresa Sonora Salado con quien procrearon tres hijos: José Manuel, Yesica Paola y Héctor Miguel Gómez Sonora.

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