viernes, 22 de abril de 2016

COLUMNA

Cosmos
Héctor Contreras Organista

“LOS MUCHACHOS”
Arcadio Álvarez Ávila (triple A, 1908), era un muchacho de unos 19 a 20 años de edad que había nacido en Cuautitlán, en la ciudad de México cuando se aventuró a venir al sur del país a vender ropa de buena calidad, novedosa y barata.

A bordo de los viejos autobuses de la línea “Estrella de Oro” transportaba la mercancía del DF a la ciudad de Iguala. Después de unos días de venta en la tamarindera continuaba su viaje a Chilpancingo donde disfrutaba del clima y de los alimentos del pequeño pueblo que era la capital del estado de Guerrero y continuaba su camino a Acapulco de donde partía hacia la Costa Chica de Guerrero.
Esos viejos autobuses junto con los de la línea “Flecha Roja” y después los “Chilolos” continuamente se quedaban hundidos en las lodaceras de las carreteras y eran los usuarios quienes debían empujar el pesado vehículo para continuar el viaje. El joven Arcadio lo hizo así infinidad de veces y se los platicó muchos años después a sus hijos.
Llegó el día en que con la familia había que tomar un descanso y se trasladaron de Cuautitlán a Xochimilco. 
Allí observó impresionado el joven Arcadio (“aquél que es venturoso”, reza su etimología) la belleza de una hermosa que remaba a bordo de una chalupa llevándola cargada con flores bellas para la venta que se hacía entre los turistas extranjeros y nacionales que disfrutaban del en ese entonces paraíso donde había trajineras y chinampas y un ambiente único del paseo por los amplios y bellos canales cobijados del candor y la belleza de la Madre naturaleza.
Ella era la joven María Luisa Figueroa Dehesa (1918) con quien poco tiempo después Arcadio Álvarez Ávila contraería nupcias y del amor juvenil nacieron varios hijos: Luis, en 1941; Alejandro en 1942, Carlos en 1943 y de ahí la familia siguió aumentando con la venida al mundo de Martha Elba, Alicia Natividad, Víctor Manuel (mejor conocido como “Miguel”, por alguna modificación en el acta de nacimiento), Guadalupe y Sergio.
Al paso del tiempo y debido a la fracturada vía de comunicación al puerto de Acapulco, la gente comenzó a usar la ruta de Huitzuco, que provenía de Buena Vista de Cuéllar, para llegar más rápidamente a la Costa Chica. El caminante en su peregrinar pasaba por Apango. El comerciante alquilaba bestias de carga en Huitzuco para trasladar su mercancía y así transcurrieron cerca de treinta años hasta que sus hijos mayores comenzaron a acompañarlo y conocieron los pueblos en los que su papá vendía varilla (mercería), manta y ropa de todo tipo.
La gente comenzó a pedir ropa íntima de mujer, además de lo común de su venta en telas y ropa de vestir para hombre y mujer y en un periodo de treinta años logró acreditarse llegando a ser apreciado en varios lugares. 
Chilpancingo fue el lugar que don Arcadio eligió para establecer un negocio de venta de ropa en el que a partir de 1967 comienza a funcionar pero ya con la presencia y el apoyo de sus hijos mayores, en la calle Zaragoza de Chilpancingo, frente a la tienda de abarrotes de don Rodolfo Pastrana y de su mujer, doña Esperanza Alday Barrios, junto a la tienda de doña Romana y de don Jorge Rivera que vendía varilla.
Lo que llamó la atención de la ropa que en ese lugar se vendía es que era de muy buena calidad, barata y novedosa. Muy pronto ese pequeño lugar le quitó clientela a los establecimientos tradicionales porque, por ejemplo, si una prenda en las tiendas tradicionales costaba cien pesos, en esta se compraba a treinta o cuarenta pesos.
 ¿Dónde compraste tu vestido, comadre?
¡Con los muchachos, comadre! 
Y así se les fue conociendo la tienda de los muchachos de quienes el común de la gente ignoraba sus nombres “de pila”.
Pasaron los años y “los muchachos” tenían que casarse, formar sus hogares y así lo hicieron. El primero en contraer nupcias fue Miguel, que en realidad se llama Víctor Manuel, así registrado por su papá pero nunca se lo informó a la familia hasta cuando hubo necesidad de obtener el acta de nacimiento en el registro civil para asistir a la escuela. Miguel casó con la joven Rosario Ortiz Salgado. Se quedó en la tienda de Zaragoza con su esposa.
 Carlos se hizo novio de la bella Ernestina Alarcón con quien contrajo nupcias. Ella fue reina del sindicato que ahora es SUSPEG y el dirigente de la Secció

n Séptima era el inquieto Ruperto Soto Contreras. Él se quedó en el pasaje “Vicente Guerrero”.
 Alejandro casó con Mary Arzate y fue el primero quien de los hermanos dio un giro a la actividad comercial porque se fue a fundar el mercado sobre ruedas, con su esposa en 1971, y allá sigue.
 “Chilpancingo me gustó porque aquí había beisbol y la universidad” dijo Carlos quien en 1968, siendo estudiante de la Facultad de Comercio de la UNAM, al igual que muchos jóvenes tuvieron que suspender los estudios. 
Quiso entrar a estudiar la misma especialidad pero no pudo porque esa escuela la trasladaron a Acapulco, y quien le ayudó para entrar a la Escuela de Leyes fue el profesor Gildardo Valenzo Miranda, a quien recuerda con gratitud. 
Otro gran amigo de la familia es Carlos Alonso Gutiérrez, abogado y más que lic, es el mejor portero de Guerrero, de la tercera edad, obviamente, esposo de nuestra querida amiga Remedios Castro.
Y así fue como “los muchachos”, con su lema de que “aquí se vende barato” y claro, ropa de calidad y novedosa, es como lograron quedarse a vivir en Chilpancingo, formar sus hogares y jamás olvidar que por el lado de sus padres su ombligo está enterrado en Naucalpan y en
Xochimilco, aunque el papá Arcadio haya tenido como orígenes el estado de Jalisco de donde por asuntos de la revuelta cristera sus padres tuvieron que huir y buscar mejores horizontes. 
Raíz honda de ellos, en el DF la hay en las calles de Mesones y Jesús María, que conocen como la palma de la mano.
Don Arcadio está sepultado en Villahermosa, Tabasco donde viven algunos de su hijos y la señora María Luisa Figueroa Dehesa, descansa en el panteón de Iztapalapa.

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