viernes, 27 de mayo de 2016

ARTICULO

Lindísima Amapola

Juan López
Esta melodía tuvo su auge de resonancia en la década de los años veinte del siglo pasado. El cine era entonces mudo y las filmaciones se elaboraban en blanco y negro. Modernidad era entonces hablar por teléfono por medio de aparatosos aparatos que hoy sólo en los museos se conciben. Aquella lindísima Amapola fue primero alegre tonadilla instrumental que sirvió de fondo a una atrevida película del viejo Hollywood: Erase una vez en América: “Once upon a time in América”: remembranzas de los buenos tiempos del sueño ideal norteamericano abatido por aquel acontecimiento económico de la depresión en 1929 que tantas tragedias obsequió a la sociedad que estimaba en el derroche y la dolce vita, las recompensas de juergas capitalistas que no tenían conciencia ni remordimientos.

José María Lacalle, compositor español, oriundo de Cadiz, es el autor de la célebre melodía Amapola por primera vez escuchada en Estados Unidos, a donde el músico había emigrado y establecido. En la popular versión inglesa de Deanna Durbin en la película First Love se puede apreciar la cadencia armoniosa del genio español.
Amapola es una de esas enigmáticas canciones que desde su composición han conocido la suerte. Del tema, ya cantada, ya en orquestas y violines interpretada, pues desde entonces de ella se harían numerosas versiones en las voces más diversas como la de Tito Schipa, Hugo Avendaño el gran barítono, Plácido Domingo una garantía artística, Los Panchos el trío nacional de México, Nana Mouskouri excelsa, Andrea Bocelli el invidente de oro y un Jimmy Dorsey, entre otros de los muchos que la han llevado por el mundo.
Amapola se ha cantado en los idiomas más diversos. Así como podemos oírla en la residencia de un diplomático en Uganda, igual la tocan en lobbies de hoteles en Europa, en carnavales, pachangas y reventones tropicales. Registramos voces en diferentes idiomas: ruso, inglés principalmente, español, holandés, francés y hasta en papiamentos propiamente copistas.
Fue una malaventura que de sus brotes en flor se extrajera una goma resinosa ideal para, transformándola extraer de ella un fino alcaloide, somnífero, morfina y derivaciones análogas que hicieran fácil convertir en droga lo que antes únicamente fuera un precioso capullo de una lindísima amapola, divinizada como Rosa, Azucena, Azalea, Margarita, Nardo, Nomeolvides, Violeta y sarta de tulipanes que iluminaron la conciencia cristalina de muchos compositores.
Se prohibió la siembra de la amapola y se volvió delito poseerla. En condición clandestina la plantaron y cultivaron capos de la mafia y políticos poderosos alineados al narcotráfico. Aún recuerdo cómo un novio descarado envió a su enamorada un ramo de amapolas a punto de reventar sus capullos, tan sólo para informarle que él era uno de los podían hacer este tipo de travesuras sin temer que la judicatura ni la vigilancia lo molestaran.
Soplan nuevos tiempos. Se habla de despenalizar la amapola. Que los campesinos la cultiven con fines terapéuticos. Que vuelva a ser una hortaliza bienhechora y no una maldita adormidera… “Yo te quiero, amada niña mía, igual que ama la flor, la luz del día…”
PD: “Amapola, amapola, cómo puedes tu vivir, tan sola”: José María Lacalle.

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