lunes, 4 de julio de 2016

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista


PEPE CASTAÑÓN  A 37 AÑOS DE SU MUERTE
“El tiempo cambia el color del universo, 
pero jamás el de la amistad”.
(Poeta Tlacololero)
Al extraer de nuestros archivos el recorte de periódico donde apareció la noticia: ¡Murió Pepe Castañón!, escrita hace treinta y siete años y publicada el miércoles el 4 de julio de 1979, en el periódico “Expresión de Guerrero” de José Luis Nava Landa, lo observamos amarillento, viejo, con carátula de cansancio.
No es para menos. Ha estado tres décadas metido entre otros recortes de periódicos y trazos de papel con escritos a mano, en computadora o en máquina mecánica. 

Es un archivo que contiene datos importantes sobre la vida fecunda, inspirada y productiva del gran compositor chilpancingueño José Castañón Reynoso, Pepe Castañón.
La que él vivió fue una época bonita, la del México romántico, campesino, madrugador, con sus muy acentuadas cuatro estaciones del año y sus mujeres lindas caminando por las empedradas callejuelas provincianas. Hermosas que iban al río a llenar los cántaros y con andar cadencioso y coqueto regresaban al hogar despertando cascadas de lujuria y suspiros de atormentados admiradores.
La música, las canciones de corte campirano de ese entonces competían con la valiosa producción de corridos que narraban detalles, anécdotas y personajes de la revolución. Sin duda que para entonces todavía se escuchaban “Adiós Mamá Carlota” y la popular “Ay, ay, ay, mi querido Capitán”. Jorge Negrete daba continuidad al estilo de Tito Guízar con “Allá en el rancho grande” y “Me he de comer esa tuna, aunque me espine la mano”.
Ya para entonces Pepe Castañón estaba componiendo canciones, y a base de esfuerzo lograba acoplarse con otros intérpretes en la ciudad de México y daba vida a “Los Gavilanes del Sur” y después al “Trío Guerrerense de Pepe Castañón” en varias estaciones de radio de la capital del país. 
Su gran creación “Tierra Colorada” lo hizo famoso en el panorama nacional y la gente daba la bienvenida a “El Gavilán del sur”, “Sin 0.7.20”, “La Bachicha” y muchas más. Pero la del gran triunfo fue, sin duda, “Trovador sin Estrella”.
Una de sus vivencias musicales más hermosas es “La Feria de Chilpancingo”, el himno de sus paisanos. En ella Pepe Castañón narra de manera sencilla, precisa y con un colorido muy nuestro el festejo popular de diciembre, incluyendo la tragedia del Caballo Bayo de sus cuñados los hermanos Vázquez, Aurelio y Bernardo, los dueños de ganado bravo. 
Por todo lo que su música significa para Guerrero con cantares a La Quebrada de Acapulco, al Río de las Balsas, a Chilpancingueñita y su recorrido musical que le grabó RCA Víctor, es que Pepe Castañón ingresó a la Mansión de los Inmortales, como al fallecer así lo definió su biógrafo, padrino y amigo don Hermilo Castorena Noriega.
Con sus canciones logró despertar y arraigar más entre los suyos el cariño por su tierra. Nos enseñó a quererla y a respetarla, a cantarle y a gozarla, pero lo hizo desde donde lo hacen los grandes, desde la sencillez de su espíritu noble de amigo y paisano sincero, pero sobre todo desde la emoción que le produjeron sus musas y él les creó alas de oro en el pentagrama.
Moreno, de regular estatura, de pelo lacio echado hacia atrás, de una fortaleza física admirable y de sonreír sencillo y hablar tranquilo, Pepe Castañón cultivó la amistad de cuantos trató. Después de un largo peregrinar por los rumbos de la vida que lo llevó a infinidad de actuaciones tanto en la ciudad de México como en muchas ciudades del país y en el extranjero, José Castañón Reynoso regresó a su tierra desempeñando un trabajo modesto como empleado de la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia, en el almacén de la misma que se encontraba en la avenida Guerrero de Chilpancingo, donde funcionó el viejo “Cine México”, propiedad de los Naime, don Nicolás Saad Naime y don Elías Naime Némer.
Algunas veces ahí lo saludamos. Pero sin duda que ese hombre de sencillez admirable se transformaba cuando pulsaba la guitarra. Los sábados, llegaba a la estación de radio XELI, al sur de la ciudad de Chilpancingo, cargando el estuche con la guitarra. En el sitio que ocupaba la discoteca de la emisora se ponía a afinar la guitarra y a ensayar las canciones que al rato cantaría.
Nosotros lo observábamos a través de un cristal de la emisora y lo llamábamos a la reducida cabina cuando iba a empezar su programa de media hora.
“Soy de mero Chilpancingo, soy de mero Chilpancingo donde nacen los malcriados”, era una de sus interpretaciones favoritas. Y en el curso del programa iba desgranando una a una las canciones que llevaba preparadas para la emisión del Programa. Entre canción y canción le hacía muchas preguntas, le pedía que nos narrara anécdotas de sus andares en su fructífera carrera artística y lo hacía con gusto.
Hubo ocasiones que por curiosidad le pedí nos narrara cómo fue que hizo tal o cual canción. Años después, su viuda, doña Sofía Vázquez -Doña Chofi-, en una entrevista que le hicimos en su domicilio de la calle de Dr. Neri nos confirmó: “Pepe se levantaba a la una o dos de la mañana, cuando se le venía alguna idea. Tomaba la guitarra y se ponía a escribir y a tararear alguna canción. Así era su vida, la composición”, nos dijo la respetable señora.
Siendo Pepe Castañón un gran artista, completaba las acciones de su gran personalidad con la de un gran bohemio, y… ¡entre bohemios te veas! No me van a decir que don Hermilo Castorena Noriega no fue un bohemio:… ¡Y qué bohemio!
Ellos, Pepe y Hermilo y otros buenos amigos como don Antonio Gutiérrez Rodríguez, Sigifredo Romero y muchos más, saliendo del programa de radio se iban “a descubrir ameles” allá por donde las águilas no se atreven, a degustar el néctar de los dioses creadores de las verdes matas y, al anochecer, con luna llena al frente, ascendiendo Selene por el oriente chilpancingueño, se veían las sombras de los bohemios bajando de “El Negrito”, camino de Amojileca y riendo, siempre alegres por las ocurrencias que vivían y disfrutaban.
Pepe Castañón pidió a Hermilo Castorena que fuera su biógrafo. Castorena aceptó con gusto y tal vez por eso, después de la ingesta de varios pepexclis (mezcales), Castorena preguntaba: “Pepe, ¿ésta va a ser tu vida?” y todos reían. 
Eso es el sabor de la vida que en sus últimos años disfrutó nuestro querido y valioso compositor al lado de valiosos y admirados amigos de esa bohemia chilpancingueña que ya se fue.
 Carlos Román Célis, político calentano, pidió a José Castañón Reynoso le permitiera usar la música de su canción dedicada al Río Balsas para colocarle la letra que Román Célis escribió para esa melodía. Pepe lo aceptó y por eso existen dos grabaciones con letra distinta, la de Pepe Castañón y la de Román Célis, según amable explicación que en alguna ocasión nos hizo su biógrafo, don Hermilo Castorena Noriega.
Ese papel amarillento y avejentado hoy nos recuerda lo que en él narramos aquel 4 de julio de 1979:
“¡Murió Pepe Castañón! La noticia corrió como reguero de pólvora, dejando surcos de hondo pesar en el corazón de quienes admiramos la producción musical de ese gran guerrerense que dio vida a los pueblos, a la tierra morena del sur con sus inolvidables y contagiosas notas musicales: ‘Tierra Colorada’ y en particular aquella famosa ‘Feria de Chilpancingo’.
El fecundo artista contaba al morir 66 años de edad. La muerte lo sorprendió cuando el señor Tiempo marcaba las 05:30 de la mañana, la madrugada de ayer (3 de julio de 1979).
El Gran Pepe, como cariñosamente lo llamábamos, había sentido la presencia de una enfermedad que al final sería la extinguiera su brillante existencia.
Esa enfermedad lo tuvo en constantes consultas médicas. En el mes de agosto de 1978 fue internado en clínicas de especialidades.
El ‘Trovador sin estrella’, como él mismo se autodefinía, deja ahora a la Estrella sin Trovador porque el Gran Pepe se nos adelantó en el viaje sin retorno.
Le sobreviven su esposa inconsolable, doña Sofía Vázquez hoy viuda de Castañón. Junto al féretro se encuentran Gloria, José, Ricardo, Mario Joaquín y Benedetto, sus hijos.
Ahora que ha partido hacia las avenidas de la eternidad nos preguntamos quién no recuerda su originalidad como autor de la Feria de Chilpancingo: ‘Apúrate, Chata linda, ya la feria comenzó. Ponte tu vestido guinda y vamos a San Mateo, a ver qué gallo nos brinca para darle un topetón’. 
Y quién es el guerrerense que no ha cantado o tarareado su: ‘Soy costeño nacido en Guerrero, no me afrento de ser lo que soy, a mi nunca se me arruga el cuero, si me buscan dondequiera estoy. Soy nacido en Tierra Colorada donde todos se nombra de tú, y por eso no me importa nada, así somos todos los del sur’.
“El Gavilán del Sur” le supo cantar como nadie al “Río de las Balsas”. Desde la Feria de Zumpango o bien desde sus alegres huapangos y corridos dedicados a Cuernavaca, Taxco o Iguala.
Pepe Castañón ha muerto, pero nos deja una gran herencia: su obra que es el canto al pueblo, el homenaje a la belleza de nuestras mujeres y la exaltación de la tradición y costumbres de esta que es nuestra tierra, a la que hoy rinde tributo Pepe Castañón”.
Ese es, a grandes rasgos el texto publicado aquél 4 de julio de hace treinta y siete años, años que sostienen el recuerdo de un artista nuestro, esforzado y creativo. Pepe Castañón que todavía nos hace cantar en alguna reunión de amigos cuando alguien, pulsando la guitarra comienza con “Soy costeño nacido en Guerrero, no me afrento e ser lo que soy; a mí nunca se me arruga el cuero, si me buscan donde quiera estoy…  Soy nacido en Tierra Colorada, donde todos se nombran de tú, y por eso no me importa nada, así somos todos los del sur”.
             LA FERIA DE CHILPANCINGO
Autor PEPE CASTAÑÓN
Señores, pongan cuidado, en lo que voy a cantar. En Chilpancingo de Bravo la feria va empezar. Ahí van los Tlacololeros, revoleando su chirrión; llevan calzones de cuerpo, un pito y su tambor. Apúrate chata linda, ya la feria comenzó. Ponte tu vestido guinda, y vamos a San Mateo, a ver qué gallo nos brinca para darle un topetón.
Hay toros en Chilpancingo que no se dejan montar, y al golpe del “Chile Frito” jinetes a volar; ahí va la muerte y los diablos y el mismito Satanás, los Moros y los Santiagos, también van a bailar. Vamos a tomar pozole con pepexcli de mezcal, dicen los conocedores que es bueno pa’ todo mal, por eso yo sí señores me reviento uno y dos más.
El torito “Seda Negra” puso la nota fatal, cuando al terminar la feria dio un susto al caporal. Se para como de rayo y se avienta para atrás y ensarta al caballo bayo son poderlo salvar. Y son los hermanos Vázquez dueños del ganado bravo. ¡Upa, Aurelio, te libraste!, ya salió al quite Bernardo, capoteando en su caballo a ese toro valentón…

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