jueves, 25 de agosto de 2016

COLUMNA

La ley y el orden en Guerrero 

Apolinar Castrejón Marino
Bueno, como van las cosas con el magisterio, empeñados en sacrificar la formación de los niños y jóvenes de nuestro país, pronto regresaremos a los tiempos pasados, cuando saber leer y escribir era menos importante que saber trabajar o dominar un oficio. Para los muy jóvenes, y para los ricos, tenemos que describir la situación. 
En la década de los años 50s, en las sociedades agrícolas como las del Estado de Guerrero, los niños aprendían los oficios de sus padres y además aprendían quehaceres y trabajos, según su edad y sexo. Las niñas aprendían a cocinar, lavar, y cuidar a los más pequeños. Los niños aprendían actividades de agricultura y ganadería, cacería, y recolección de frutos en el campo.

Aún sin saber leer y escribir, muchos hombres y mujeres mantuvieron a sus familias, y hasta lograron formar un patrimonio. ¿Cómo lo hicieron? Con trabajo de verdad, el que produce bienes de consumo, con los que nos alimentamos y vestimos, y vivimos bajo techo. Principalmente la agricultura y la ganadería, que aportaron maíz, frijol, hortalizas, legumbres, frutas. Leche, carne, cuero, y todos sus derivados muy útiles para vivir.
Quienes tenían un "puntero" se dedicaron al comercio y al transporte, mientras los más pobres tenían que rentar tierras para sembrar, o trabajar "a medias" con los terratenientes. Y los aún más pobres tenían que trabajar como peones y jornaleros. Aunque esto no es realmente historia, En comunidades de la sierra y la montaña, viven aún en estas condiciones.
En este contexto, solo podían ir a la escuela, los hijos de quienes tenían ciertas posibilidades económicas, porque un niño en la escuela, era un ayudante menos en las faenas del campo pues desde los 6 años, los niños ayudaban a dar de comer a los animales de trabajo: burros, caballos y bueyes, o a los animales para alimentarse como gallinas, vacas y cerdos.
Y luego se iban a la siembra. Los niños “en edad escolar" eran más útiles para ir detrás de la yunta esparciendo el maíz en el surco, que en la escuela. Las niñas también aprendían a ayudar a sus madres a preparar la comida y asear la casa. Ayudaban a llevar el "bastimento" a la parcela, y por las tardes iban al río a lavar la ropa. Aprendían a coser a mano, y a zurcir las prendas estropeadas por el uso. 
En los años 90s un comerciante "aclientado", un campesino que tenía sus trojes llenas de maíz, frijol y garbanzo, o un ganadero que acarreaba más de 2 picheles de leche, podían decir que no habían necesitado ir a la escuela para vivir bien.
Hay que subrayar que los hijos de los pobres, definitivamente no podían ir a la escuela. Solo podían hacerlo, los hijos de los más afortunados. Esto era una ley no escrita, que mantenía el orden social: “Si no tienes, no puedes”.
Y entonces llegó el gobierno a poner el desorden con las becas y “apoyos escolares”, saltándose todo tipo de reglas y principios, con lo cual alteró para siempre la armonía de la sociedad. Porque en cuestiones humanas, poder o no poder es cuestión de riqueza, y no hay igualdad al respecto. 
En la vida real, somos anarquistas por naturaleza, y ciudadanos solo por sugestión. La expresión es natural, el lenguaje es artificial; la religión es natural, la iglesia es artificial; la libertad es natural, la democracia es artificial. 
En términos generales, nadie puede hablar mal de la educación, ni de la justicia, ni de la patria, ni de la democracia, porque la conciencia colectiva indica que son cosas buenas; aunque no sepamos con exactitud lo que son esas cosas. 
Como ocurre por ejemplo, con la cultura: todos decimos que es algo bueno, aunque seamos incultos e incivilizados. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.