miércoles, 14 de diciembre de 2016

ARTICULO

 La Desigualdad es
una Vergüenza

Juan López
No es igual tener que levantarse a las cinco de la mañana para iniciar una jornada que termina a las once de la noche, que sentarse en una curul el día que quieras, a la hora que te parezca para dormirte una siesta legislativa y levantar la mano cada que te lo solicite la ocasión.

Son dos cosas diferentes. Madrugar es una virtud de la prosperidad. Sé de la biografía de don Mariano Gutiérrez  aquí en Acapulco, venido de la Tierra Caliente a trasegar mercancías primarias para usos domésticos, leña, petróleo, carbón y otros abarrotes. Incansable el hombre, sin tiempo para el café, la milonga ni el relajo fraternal con los amigos. Trabajo y solo trabajo como capital inicial que no responde a otro objetivo más que al beneficio legítimo de la ganancia.
En esos edificios y hospederías, comercios y gasolineras cuánto hay de sudor, de dolor y lágrimas. Una montaña de incomprensiones, obstáculos y envidias porque las almas menores tienden a jalar a las jaibas que suben y tratan de salir de la cubeta: La envidia es el verdadero pecado de los seres humanos. Ver el crecimiento económico de un vecino despierta una urticaria que no se cura con nada.
 En cambio hay elementos en esta viña que sorprenden porque en la aldeana política de Guerrero han brotado tales personajes que sin estudios universitarios, ninguna carrera política ideológica, cero cultura, menos conocimientos de la historia, seguros de que la moral es un árbol que da moras, se han inscrito en las páginas de la pequeña historia rural y cada vez escalan más canonjías, deciden en las cuestiones inherentes a la sociedad: Héctor Vicario Castrejón, carece de formación alguna, preside la Comisión de Justicia en el Congreso del Estado. Gana medio millón de pesos al mes. Enriquecido con la facilidad con que un águila surca el aire.
Don Mariano Gutiérrez es antípoda de Vicario Castrejón. Revés y envés de la moneda: trabajo fecundo y creador y la vacilada de engullir nuestros impuestos del presupuesto.
Hoy que está en discusión la tarascada que el Congreso de la Unión le asesta a la nómina legislativa al darle a cada diputado y senador un bono navideño que junto con otras gratuidades llega a más del medio millón de pesos, es que reflexionamos sobre esta situación hiper-extrema: no es la pobreza lo que hiere y lastima a México. Lo que atropella la dignidad de los mexicanos es la desigualdad. Peones de cuadrilla ganan cien pesos diarios que solo para mal comer les alcanza, mientras un representante popular, un regidor, embajador, un ministro de la corte, un secretario de estado, un consejero electoral, burócratas de alta jerarquía política, un gobernante y un sicofante se llevan en un cheque lo que los pobres no acumulan en diez años.
  Existen favelas en Brasil en que todos son pobres. Barrios de Calcuta donde la abundancia sólo existe en la miseria, las enfermedades, el raquitismo, el analfabetismo, lo malo. O al revés, en Finlandia, Suiza, Dinamarca, donde barrios residenciales se pueblan de gente acaudalada. Se refleja el efecto injusticia donde unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco. Pero esto no es fatal. Se pueden equilibrar los desajustes económicos. Existe  un elemento que tanta falta nos hace: voluntad política. Luiz Inacio Lula da Silva recibió el país con un salario mínimo de 50 cruzeiros. En diez años lo dejó en 500 cruzeiros. ¿Cómo lo hizo?. Fácil, como aquí panistas y priistas lo concibieron con la gasolina. Cada mes subió gradualmente el salario mínimo del obrero, hasta que lograron que con sus ingresos los trabajadores de Brasil se convirtieran en potenciales consumidores.
En México los legisladores no se ocupan por mejorar el ingreso per cápita de la población, porque están demasiado distraídos en aplicarse bonos y aguinaldos especiales para ellos y su clase parasitaria.
Cómo pedirle a Julieta Añorve o a Ricardo Taja que vean por su pueblo, si como los mitológicos cíclopes sólo tienen un ojo, que mira exclusivamente hacia sus bolsillos.
PD: “La pobreza es una vergüenza”: Confucio.

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