martes, 17 de enero de 2017

ARTICULO

 Frente a grupo de
alumnos de 2º grado

Edilberto Nava  García


Son mis comentarios del viernes ante alumnos del 2°
grado de la escuela secundaria de Apango, Gro.
Hola jóvenes estudiantes. Buen día para toda la humanidad. Me da mucho gusto estar esta mañana con todos ustedes, gracias a la invitación de la maestra Sandra Cabañas, su maestra de español.
Debo decirles, que es la primera ocasión que observo que una maestra, se preocupa y se ocupa por sus alumnos. Esto es muy bueno aunque parezca raro, algo que nos lleva a pensar que ella es de las pocas que ejercen el magisterio con vocación, con entrega, con dedicación.

Pues bien, he venido en mi carácter de escritor; de un escritor modesto porque como la mayoría de ustedes, nací y vivo en un lugar modesto y sencillo como es Apango, un pueblo que amo y deseo conocer desde sus mismas entrañas; desde adentro y desde un antes que se ha eslabonado con el presente, registrando todos los cambios que se han dado a lo largo de los años. Gracias al Gran Creador del Universo a quien llamamos dios, he vivido ya varias décadas y hoy les digo que me tocó ser parte de la fundación de esta escuela en que ustedes estudian. Les confieso que costó mucho trabajo, porque en ese entonces 1971, por falta de dinero, eran muy pocos los que salían de Apango para estudiar. Y si embargo aquí pocos eran los que sentían la necesidad de una secundaria, donde acudieran más jóvenes a recibir los conocimientos, porque hasta antes de ese año, sólo seis o hasta ocho jovencitos apangueños salían cada año a continuar con sus estudios ya a Tixtla, Chilapa o Chilpancingo. Esta secundaria se debe a la visión de futuro que tuvo el doctor Sócrates Salgado Valle, presidente municipal de ese entonces.
Como pueden observar, el pueblo de Apango está asentado en un pequeño llano donde la tierra es pequeña propiedad, no es del régimen ejidal ni comunal. Así que cuando se habló de fundar la secundaria, ésta no podía ser aérea, es decir, no se podía construir en el aire sino ocupando una superficie. Y ahí surgió el problema, porque nadie estaba dispuesto a prestar ni vender una tierra de labor para construir en ella la escuela secundaria. Hubo que vencer a los opositores, quienes andaban convenciendo a los propietarios para que se negaran a vender o cooperar para ello. Ofrecieron apoyarlos y hasta ampararlos jurídicamente, pero que la escuela se fuera a otra parte. Y así sucedió: los ampararon. Fue la necesidad y el convencimiento razonado que vencieron. Y aquí estamos; esta es la escuela que algunos rechazaron en ese tiempo.
Bien, el primero que se convenció por saber cuán difícil es estudiar fuera, fue don Pedro Torres Claudio, anterior dueño de la parte en que ahorita estamos platicando. De la otra parte, fue propietaria, mi tía Ciria Zacarías Iglesias, aunque las escrituras aún estaban a nombre de su mamá, mi tía Juanita Iglesias Inés. Se compraron estas dos tierras y sobre ellas comenzó a construirse. ¡Ah! como recuerdo las calles empedradas de Apango cuando se fundó esta institución y el entusiasmo de maestros, alumnos y padres de familia. En esta escuela aprendían a criar variados animales, desde pollos, puercos, conejos y hasta vacas hubo aquí. Se cultivó verduras como cilantro, lechuga, rabanitos y cítricos como limón agrio. Luego, esa labor social que realizaban los alumnos, porque se internaban en el pueblo para vacunar animales sin cobrar un solo centavo.
Ahora, haciendo cuentas, nos consta que muchos profesionistas pasaron por estas aulas que ya piden una remodelación o su relevo por otras nuevas. Pero pienso y debiéramos pensar todos, que antes de pedir mejoramiento físico de aulas, sanitarios, espacios de cultivo y deportivos, debemos ver si estamos sacando el mejor provecho de esta secundaria. Si ustedes jóvenes de verdad están estudiando con miras en la superación personal y colectiva. Si los maestros de verdad están haciendo un esfuerzo que los dignifique como transmisores de conocimientos y de conducta. Porque los primeros que hemos de cambiar, somos nosotros mismos en nuestro interior y en nuestra conducta. Debemos saber quiénes somos, qué hacemos y hacia dónde vamos. Si estudiamos, debemos hacer el esfuerzo por ser buenos estudiantes, buenos lectores, saber leer bien, con puntos y comas para entender lo que leemos; si cumplimos con las tareas normales que nos dejan los profesores para reafirmar la clase impartida, porque tampoco se debe llenar de tareas a los educandos, porque ello indica que el maestro no preparó su clase y delega esa responsabilidad en sus alumnos.
Sé muy bien que en estos tiempos hay muchos distractores que merman la eficacia del trabajo docente. Hay ahora una adicción casi imparable en el uso de celulares que hasta en la hora de almorzar o comer se tienen en la mano, lo que constituye una falta de respeto a la mamá, quien cocinó, a los alimentos y a la persona misma que no se da un tiempo para comer sin la presión y la distracción que constituye el celular. Digo, el singular aparatito es útil, sí, pero no debe ser una adicción. A los profesores les impide el logro efectivo de su labor de enseñanza; y a los alumnos, si lo usan más para distraerse que para investigar, también les quita mucho tiempo. ¿Saben por ejemplo que el uso celular ha provoca hoy muchos accidentes automovilísticos? ¡Claro! porque su uso es inadecuado e inoportuno. Y digo esto, porque los padres de familia también hemos perdido mando y control para con nuestros hijos. Todavía más, debo decirles que cuando no estaban revelados los derechos humanos, aprendíamos mejor, mucho mejor con maestras y maestros dedicados, ordenados y enérgicos; en cambio, aprendimos menos con dos o tres mentores vistos como muy consecuentes, tolerantes o consentidores. Miré que con profesores consentidores y blandengues hasta los alumnos más traviesos y juguetones pasaban al siguiente grado. Por esta razón quiero exhortarlos y, más técnico, los exoro a que distingan y exijan ahora, no después, a maestros dedicados, ordenados y enérgicos. Con ellos se aprende porque prevalece el respeto, porque no hay motivo de distraer la atención. Lamentablemente ahora ni la maestra ni el maestro deben levantar la voz ni sancionar al alumno que distrae, que juega o no pone atención en clase. Esto le resta autoridad a la maestra, al maestro e impide un mejor control en todo el proceso de enseñanza.-aprendizaje.
Ahora paso a decirles algo muy personal. Conozco el llano y los cerros que circundan nuestro pueblo; el llano porque fui cuidandero de chivos y los cerros, porque mi papá me llevó muchas veces a cortar leña e incluso a labrar maguey. Ahora la mayoría de los niños no ayudan en esas tareas a sus papás, porque a la hora que ellos van a trabajar, los niños y jóvenes están en clases. De hecho sólo en vacaciones pueden ayudar a sus papás. Pero ya casi de diez años de edad me llevaron a la escuela; a medio ciclo, tanto que el director se negó inscribirnos, pero gracias a la bondad de una maestra tixtleca, la maestra Sara, fue que nos quedamos y aprendimos las primeras letras. Al terminar la primaria vino el problema de si podíamos cursar la secundaria, pues en Apango no había y la más cercana estaba en Tixtla. La pobreza nos impedía. A mis papás les faltaba el dinero para pagar renta de un lugar donde vivir y el pago por la alimentación. Ante tan triste realidad, nuestros padres tuvieron que ofrecernos como criados a fin de que mediante los quehaceres ganásemos techo y sustento. Entonces aprendimos en la familia, que sólo con esfuerzo se aprecia el alimento y el dinero para lo necesario; aprendimos a conducirnos en tierra ajena y en casa ajena. No, no es lo mismo en nuestro pueblo y en nuestra casa. La mayoría de ustedes no están en tierra ajena con gente desconocida; están en su casa donde el trato dista mucho de la casa que no es nuestra.
Por eso ustedes aprovechen el esfuerzo de los maestros y sobre todo el que hacen sus padres por enviarlos a esta escuela. Sus condiciones de estudiantes hoy, no son las mismas de mi tiempo. Les digo, si hay aquí dos o tres estudiantes, que viven como criados en casa ajena, pero ganándose con su esfuerzo sus estudios, respétenlos, apóyenlos y sean solidarios con ellos, que esa vida tuvieron el Gran Benito Juárez García e Ignacio Manuel Altamirano Basilio.
Es probable que algunos de ustedes se pregunten del porqué su maestra de español les pidió que lean el libro A paso lento, que es de mi autoría. Pienso que se dio cuenta que ustedes leen poco o considera que deben leer más y mejor. Bien, reconozco que escribir y publicar un libro no es tarea fácil, pues las cosas fáciles todo mundo las hace. ¿Saben cuántos escritores hay en Apango? Si no lo saben, queda de tarea. En esto de hacer un libro, digo que en mi caso, he tenido que investigar por años, muchos años acerca de la vida de los moradores de Apango, sus pobrezas, sus costumbres, sus formas de pensar y de actuar; ello implica registrar sus cambios, sus mutaciones, pero luego, también he tenido que aprender a expresarme en forma escrita. No lo he logrado como yo quisiera, pero quienes han leído mis libros, dicen que entienden lo que escribo.
Por ahora me ocupo de mi quinto libro ya concluido y próximo a salir a la luz, pero suponiendo que ninguno de ustedes prestó atención a la introducción de A paso lento, transcribí un párrafo para que ustedes comenten. Hoy en varios matrimonios, dentro del catolicismo y fuera de él se están dando las separaciones, los divorcios y quienes más sufren son los hijos, que en la mayor de las veces no tienen ninguna culpa. De ello digo en la introducción: “Hay crisis de valores. La deshonestidad cunde como epidemia y cava al núcleo social básico: la familia. La unidad familiar es frágil y ante el primer transtorno en su interior, se agrieta y luego se desmorona. La religión anatematizante ha perdido fuerza en la feligresía y si hablamos de la hegemónica, ha perdido adeptos también. Se acude a ella para establecer uniones matrimoniales y ‘cristianizar’ infantes por mero formulismo y costumbre, ello evidencia la falta de fe y convicción. . .”
Dos preguntas hago: han hecho cuentas acerca de cuánto gastan sólo en refrescos y, algunos mayores en cerveza al año? ¿Cuántos libros compran al año para leer? La lectura en nuestro país está por los suelos y no debe ser.
Luego de lo anterior, me dispongo a responder las preguntas que hagan ustedes; de comentar juntos los contenidos del libro y dispuesto a aclarar algunas dudas. Y hago constar, que sólo respondo a cuestiones que conozco, porque lo que no sé, confieso que no lo sé. Esto también se llama honestidad. Cierto, me dirán quienes saben, que el cuento es ficción, invento, creación y recreación, pero de tradición, leyenda, relatos y formas de vida, digo lo que sé, sólo lo que sé.
Muchas gracias.

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