jueves, 5 de enero de 2017

PRINCIPAL DE PRIMERA PLANA

 Estragos de narco-guerra
surgen pueblos fantasmas

Jonathan Cuevas.APAXTLA, GRO.--La franja limítrofe entre la Tierra Caliente y Región Norte de Guerrero, se ha convertido en la más violenta y peligrosa tanto para pobladores como para policías. Ahí no hay autoridad ni garantía de vida, por lo que decenas de pueblos han quedado prácticamente fantasmas.
Esta situación es producto de la disputa por el acaparamiento de la siembra de enervantes, por el territorio y las rutas de distribución de la droga, entre la Familia Michoacana y los Guerreros Unidos.

En esta franja que también es entrada a la Sierra, están los pueblos Liberaltepec (municipio de Apaxtla de Castrejón) y San Francisco Tlanipatlán (Teloloapan). Están asentados en la Sierra baja, en un camino de terracería que comunica a Apaxtla con la mina de Campo Morado, del municipio de Arcelia.
Es una ruta ideal para la distribución de droga en las dos regiones, y clave para el dominio de territorios, porque las policías y militares, pocas veces se atreven a entrar ahí.
TLANIPATLÁN
San Francisco es un pueblo donde habitan 14 familias. El resto de los habitantes (unas 200 familias) huyeron desde hace dos años por miedo a los sicarios que cuando pasaban por ahí, saqueaban sus casas.
Pertenece al municipio de Teloloapan pero está más cerca de Apaxtla, a unos 20 kilómetros sobre un camino de terracería que llega hasta Liberaltepec, a una hora aproximadamente de distancia en automóvil.
Está en el límite de una zona árida, entre cerros secos donde abunda el nopal y el agave, y una boscosa donde las montañas son cubiertas de pinos, ojarasca y aire frío.
Es un pueblo bonito, colorido con casas de adobe, madera, baras o material, con techos de lámina o teja. Hay variedad de diseños pero casi todas las casas están cerradas con candado. En las calles sólidas se encuentran algunos carros desvalijados o balaceados, y muy poca gente.
Es un pueblo que preservaba la lengua náhuatl, hasta antes de la huída. Su iglesia, San Francisco, fue levantada en el año de 1722, y reconstruída en 1945. En esta localidad, hay historia.
Ahí vive don Marino Cuevas. Tiene 82 años que se le notan en la arrugada piel, pero no en su andar. Fue a sus tierra y regresó con un costal de lleno de mazorca, en la espalda.
Detuvo su caminar para platicar con los foráneos que estaban ahí; un grupo de reporteros.
Cuando le preguntaron por qué se había ido la gente, respondió: “Pues aquí la gente se fue, nos conformamos con quedar poquitos pero no nos atrevemos a preguntarles por qué (a quienes se fueron). ¿Cómo para qué preguntamos? No sabemos. Se fueron y ya”.
El anciano se mostró cauteloso. No mostro temor, solo precaución.
Durante la charla, don Marino recordó que hasta hace tres años se dedicaba a la elaboración y venta de pan, que llevaba a vender en las comunidades vecinas. Ahora, ante la falta de población, solo espera el dinero que le pagan por la renta de sus tierras y, con eso vive. No tiene lujos, pero sí una vida tranquila, refiere.
Aquí también está Fortino Manzanares, un señor de 60 años que, con unas copas que traía encima, se atrevió a decir lo que pasó hace dos años.
“Pues aquí llegaron los pintos, eran gente mala de la familia (michoacana), nos decían que les diéramos todo, nuestra cartera o lo que trajéramos, hasta los tenis si eran buenos. Se metían a robar a las casas y se llevaban todo. A mí me quitaron mi machete, mi radio, las herramientas que tenía ahí yo, todo”, relató.
Afirma que ahí no cometían secuestros no extorsiones porque no les interesaba el pueblo, solo a su paso, robaban y saqueaban las casas. Además los amenazaban de muerte, por eso se fue la gente.
“Los Pintos” eran una célula del grupo criminal conocido como “La Familia Michoacana”, encargado al parecer de disputar el territorio de “Los Guerreros Unidos” que tenían su base en Teloloapan y Apaxtla de Castrejón, pero avanzaban por caminos rurales como parte de su estrategia.
La gente de este pueblo le dicen “los pintos”, porque traen trajes tipo militar, según cuentan.
Fortino es un hombre solo. Su madre murió hace un año, el 14 de diciembre; su padre pereció al día siguiente. Pero “Tino”, como le conocen en el pueblo, prefiere omitir detalles de los decesos.
Solo tiene la casa de adobe que por herencia le dejaron sus padres. No tiene hermanos y su esposa lo dejó hace 27 años a Nochixtlán, Oaxaca, de donde es originaria. Desde ese entonces, Fortino decidió no volverse a casar.
Y como está solo, decidió no huir como la demás gente, porque sus padres tampoco huyeron cuando lo hizo la demás gente.
Además, afirma que a él no le gusta cargar dinero en la bolsa. No trabaja y solo siembra algo de maíz en la pequeña tierra que le dejaron sus padres. Su cosecha es para su propia subsistencia. es de autoconsumo y solo vende de 5 a 10 kilos cuando necesita algo de dinero.
En Tlanipatlán hay un jardín de niños al que acuden alrededor de diez alumnos. A la escuela primaria, 14. Hay una tienda Diconsa junto a la comisaría, en un edificio vacío. Frente a la hermosa y antigüa estructura de la iglesia, una oxidada asta, inclinada y a punto de caer, sin bandera, levantada en 1950.
Las calles lucen vacías y las casas cerradas con candados repletos de telarañas. Así es Tlanipatlán.
LIBERALTEPEC
Unos cinco kilómetros adelante, en la ruta que lleva hacia Arcelia, está el simbólico pueblo de Liberaltepec. Simbólico porque en la línea territorial que divide a la Zona Norte con Tierra Caliente, este pueblo ha sido sede de los más terribles enfrentamientos armados.
Aquí se han encontrado las dos bandas criminales entre sí, o con la Marina o Ejército.
El 18 de septiembre de 2015, un comando integrado por al menos 60 hombres de la Familia Michoacana sitiaron el pueblo y provocaron que los maestros no quisieran regresar más.
Ante la falta de docentes, dos egresadas de secundaria decidieron tomar el papel de educadoras. Hoy dan clases a 15 menores, a su manera, sin libros de texto oficiales ni un sueldo, en la primaria Vicente Guerrero.
El jardín de niños Beníto Juárez ya no funciona y, la telesecundaria con un solo maestro atiende a 12 alumnos.
En Abril de 2014, un enfrentamiento que duró casi un día derivó en la muerte de un marino,  teniente Arturo Uriel Acosta Martínez, y dos sicarios.
Actualmente en el pueblo hay tres cruces juntas a espaldas de la iglesia, como recuerdo de aquella fecha trágica. Una grande, de madera y con veladoras que es la del teniente, y contiene un texto: “Comandante Marino murió por el pueblo. En paz descanse”. Del lado izquierdo hay otras dos pequeñas, sin nombre ni leyenda.
Liberaltepec es un pueblo revolucionario. De hecho, cuenta la gente que el nombre surge de libertad, y fue cambiado en aquellos tiempos de la Revolución Mexicana. También es un pueblo histórico, que preservaba la lengua náhuatl. Su iglesia en honor al señor de Chalma, fue levantada en 1953.
Aquí la gente se dedica en su mayoría a la siembra. Maíz, frijol y semilla de calabaza. Hay varias casas de vara y adobe destruídas, la mayoría de las que están de pie, permanecen abandonadas.
Aquí había cerca de 300 familias y hace dos años se fueron 200. Con el pasar de los meses regresaron unas cien.
Es un pueblo rezagado, pobre, sin lujos ni tecnología. La gente recuerda que hace tres años empezaron a sufrir los embates de la delincuencia, producto de la disputa entre la familia michoacana y guerreros unidos, aunque señalan a los primeros como responsables de los peores sucesos.
Pero lo hablan discretamente. Reflejan miedo.
Desde lo alto del pueblo se puede ver la mina de Campo Morado, ubicada en el pueblo que lleva el mismo nombre, territorio de Arcelia.
También están cerca de Laguna Seca; el primer pueblo fantasma de esta zona limítrofe, documentado por reporteros. En aquel año, 2014, era imposible llegar hasta Liberaltepec por el alto grado de peligrosidad.
En liberaltepec hay un ambiente tenso. La gente que sigue aquí no sabe cuándo volverán los sicarios a provocar terror.
ZONA PELIGROSA
Para la Policía Estatal, esta parte limítrofe entre la Tierra Caliente y Zona Norte, es la más peligrosa. Y es que es entrada a la Sierra que conecta a estas dos regiones con el Centro del Estado y Costa Grande, pero además, sus caminos rurales son ideales para llegar a los puntos de distribución de droga, como Iguala, desde donde se envía a Estados Unidos.
Un agente destacamentado en Apaxtla
 con el que este reportero pudo platicar, recordó que “aquí han caído más compañeros que en cualquier otro lado”, incluso que en Acapulco y Tierra Caliente donde la gente percibe mayor violencia.
Las rutas rurales de Apaxtla, Cuetzala y Teloloapan son en las que más emboscadas ha habido contra la Policía. (API).

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