lunes, 20 de febrero de 2017

ARTICULO

El Papa y la Santa Inquisición
Edilberto Nava García
Hace un año escribí que en los setentas del siglo anterior, estaba en su apogeo la edición de libros de bolsillo en la capital del país, hoy centro de operaciones del papado romano. Me refiero a la Colección METROpolitana cuyos temas fueron variados. Un día adquirí el referente a las estatuas de la Reforma y me topé con la biografía de Fray Servando Teresa de Mier. Lo leí con aluna ansiedad llenándome de angustia, por la persecución de que fue objeto por parte de la iglesia y su Santa Inquisición. La historia general de México lo registra pero no a detalle.

Así que cuando leí la resumida vida del inquieto sacerdote casi sacrílego, insisto, me llené de angustia, de dudas y remordimientos. Y es que Fray Servando Teresa de Mier sufrió encarcelamientos en oscuros calabozos debido a que con sus conocimientos, creyó que podía enderezar y restañar heridas, corregir entuertos y reducir los daños causados por la jerarquía católica mexicana, dependiente no sólo de España, sino del papado romano.
Y un día pronunció un sermón elocuente en plena Catedral metropolitana. Se refirió a la falsa aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Dijo entre otras cosas que la iglesia no debía basarse en fábulas y argumentó del porqué esa aparición es falsa. Vean pues, esa fue la santa causa de su persecución, aprehensión y luego deportación hacia Europa. Todo ello aconteció estando vigente el Tribunal de la Santa Inquisición. Muchas fueron las penalidades de Fray Servando por no ceñirse cabalmente a los dictados de la arquidiócesis primera del país y todo ello aconteció antes de 1800, es decir, más de una década antes del inicio de la guerra de independencia.
Han transcurrido poco más doscientos años de aquella persecución religiosa que sufrió el fraile, que era uno de los más preparados en la Nueva España; por 1821 casi a la par de la consumación de la independencia, desapareció también la Santa Inquisición, la misma que quemó vivos a varios curanderos nativos, a quienes llevó a la hoguera en plaza pública por considerarlos herejes. La sustitución de aquel mortal tribunal se ha dado ahora por sacerdotes pederastas, es decir, de clérigos que bajo la misión cristiana de evangelizar, violan a niños y niñas sin contar. Y nos consta que ningún obispo, arzobispo, cardenal y ningún papa ha intentado siquiera corregir esa condenable conducta de los sedicentes representantes de Cristo. Ni Jorge Mario Bergoglio, el actual, que como en las carpas de circo, también tiene su nombre de batalla y se hace llamar el Papa Francisco, digo, ni él ha sido capaz de poner en manos de las autoridades civiles a tanto violador que escudándose en la casta sacerdotal, no sólo engañan a los feligreses, esquilmándolos, sujetándolos, sino hasta violando sexualmente a sus hijos e hijas.
Por otra parte sé que mi voz es una en el desierto, pero en mi ínter, no concibo al papado como una nación, digamos como lo es México, Francia, China o Japón. Esos sí son países, con territorio, población y gobierno, con sus propios idiomas y culturas muy propias. El papado romano en cambio, no reúne al menos esos elementos para que se considere un Estado. El Papa se dice revestido de un poder universal que los cardenales en lo individual le han dado, pero los cardenales no son representantes de nación alguna; ni ciudadanos italianos, ni. . .
La historia registra que luego de la crucifixión de Jesús el Cristo, sus seguidores fueron perseguidos por casi 300 años y hasta que el emperador Justiniano decidió convertirse al cristianismo, todo en el imperio romano cambió. Sin embargo, no se debe olvidar que los romanos sustrajeron al apóstol Pedro de los rumbos de Jerusalén, y entre humillaciones y torturas acabaron con su vida. Pero Jesús, ni cuando recomendó la evangelización dijo a Pedro que convirtiera a Roma en sede del cristianismo. Así que el catolicismo es un cristianismo arrebatado, usurpado y convertido en jugoso negocio al que se someten también jefes de Estado, como el mexicano, lamentablemente,
Los llamados sumos pontífices acuden a países exigiéndoles sutilmente a los gobernantes, que los reciban como homólogos, como sus iguales, pues el Papa se considera jefe de Estado. ¿Dónde están los electores o sus súbditos? En pocas palabras, ni el catolicismo es universal, pues con sólo poner enfrente a los chinos, son más que los católicos diseminados en países de varios continentes.
Sin embargo en algo coinciden los llamados presidentes, como el de México. La iglesia o mejor dicho las distintas iglesias tienen el deber no escrito de amansar a todas las familias para que no protesten, que acepten con resignación la explotación rapaz, la falta de justicia, la inequidad en todos los órdenes y que sacerdotes, guías y ministros insistan que la pobreza tiene un origen divino. Mientras tanto, los gobernantes hurtan los dineros públicos, reprimen protestas ciudadanas, prohíben o reducen libertades y se imponen para que unos cuantos decidan los destinos de una nación. Cuestión de leer los protocolos de Sión.
Yo estoy convencido que cuanta simulada bondad haga sentir el papado romano en toda visita calificada de pastoral, ayuda más a los criminales, porque calmando los rebaños, gobernantes y mafias operan a sus anchas, seguros que nadie protestará, pues los rebaños asumirán su pobre suerte con resignación. A un año de la visita pastoral del Papa, para miles y miles como yo, comprobamos que este país de complicidades nada cambió, pese a la ley de la gravedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.