lunes, 13 de febrero de 2017

COLUMNA

 El rey sin cabeza

Apolinar Castrejón Marino
Hoy les traemos un maravilloso y antiguo relato de oriente, que se ajusta a la situación de nuestro tiranito de “Los Pinos”, quien ya no sabe por dónde le llegará el siguiente zape de su homólogo del norte.
El cuento se trata de un rey poderoso y tiránico, y de un sacerdote sabio y bondadoso. Al ver el sometimiento de sus paisanos, el sacerdote planeó una trampa para el déspota. Primero hizo algunos “arreglos” en las “sagradas escrituras”, y luego se puso de acuerdo con varios de sus discípulos para que se presentaran en palacio con la más insólita petición.
Un joven llegó a solicitar que el rey lo condenara a ser ejecutado por el verdugo real, pero detrás de él iban otra docena de jóvenes que pedían la misma condena. El Rey se sorprendió, porque ninguno había cometido ninguna falta, ni delito. Más ellos insistían, y pedían ser condenados, como una gracia.

Mas intrigado, el Rey llamó al sacerdote para preguntarle por tan extraña conducta de los jóvenes. El sacerdote se hizo el sorprendido, pero prometió al rey, investigar el caso. Después de 3 días, el sacerdote se presentó ante el Rey llevando unos antiguos textos, en los cuales se aseguraba que si alguien era muerto a manos del verdugo real el primer día del mes, que fuera de luna llena, renacería y sería inmortal.
Dijimos que el rey era poderoso y tiránico, pero nunca dijimos que fuera inteligente, así que decidió aprovechar el “gran secreto” que había en las escrituras, y mandó traer al verdugo real para encargarle que dispusiera toda la parafernalia para que le cortara la cabeza.
El verdugo pensó que su Rey podría cambiar de opinión, así que el día acordado se presentó acompañado por el Estado Mayor para llevar al Rey al cadalso. Pero no fue necesario el Rey se dejó conducir dócilmente, y hasta colocó su cabeza en el cepo, positivamente convencido de que resucitaría y sería inmortal.
Desde luego que ni resucitó ni se hizo inmortal, pero el pueblo se liberó del tirano. Y los discípulos preguntaron al sacerdote ¿Cómo pudo ser que ese hombre astuto como un chacal, que había oprimido a su pueblo tanto tiempo, había creído que si le cortaban su cabeza iba a seguir viviendo eternamente?
Trasladando el contexto a la situación actual, vale preguntar ¿Cómo es posible que ahora que ven a punto de colapsar al Presidente Peña Nieto y toda su caterva de cómplices, haya gente que le tenga lástima y quiera “apoyarlo”?
¿Acaso él ha tenido lástima de la gente pobre de nuestro país? Hemos visto como se ha coludido con los empresarios, los banqueros, y los industriales, para exprimir hasta el exterminio “a los que menos tienen”.
Enrique Peña llegó a la presidencia arrastrando muchas dudas, desprestigio y cuestionamientos, y no pudo limpiar la percepción de su perfil, al contrario, empezó a llenar su gestión de errores, excesos, y escándalos.
Pronto se dio cuenta que ser presidente no era una película color de rosa. Y se puso en manos de sus “asesores” y de su gabinete formado por puros amigos e incondicionales, quienes se dedicaron a construirle la imagen de un México inexistente. 
Decidieron utilizar la televisión para formarle una gran popularidad, pero todo salió al revés. No hay una sola presentación, discurso, o gira que se destaque por su trascendencia, al contrario, la gente recuerda los momentos tristes, patéticos, superfluos, banales y sin resultados positivos para el país. En el colmo del cinismo, hasta la estrepitosa caída por insolación de un cadete le pareció “patriótica”.
Y de repente llegó Donald Trump y lo atropelló. Le pasó por encima, lo arrolló y lo revolcó, y hasta la fecha no sabe ni qué le pasó.  Ha sido derrotado por todos los flancos, está arrinconado, y como el caballo blanco…”con el hocico sangrando”.
Pero aquí llegan los “Intelectuales”, escritores, científicos, comunicadores, artistas, historiadores, líderes “no gubernamentales” y académicos, para salvar a su ídolo. Quien sabe qué intereses tengan, pero todos dispuestos para lavar con su sangre la dignidad de “su presidente”, y de “los mexicanos”.

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