jueves, 6 de abril de 2017

ARTÍCULO

Los Lectores Del Pasado 
Apolinar Castrejón Marino
Hoy puntualizaremos algunos detalles de la lectura. Todos sabemos que es parte fundamental de cualquier modelo educativo, y también sabemos que es indispensable para que las persones se formen un criterio, sin olvidar que es la mejor herramienta para contar con buenos profesionistas y buenas personas.
Es demasiado larga la lista de beneficios de la lectura, así que diremos en general que es algo muy bueno, y pasaremos a referirnos a las condiciones se deben cubrir para que se dé: primero, que haya libros y segundo, que se lean. Esta fórmula aparentemente sencilla requiere que haya libros en las casas, en las escuelas, y en las bibliotecas.
Pero también en dondequiera que la gente descanse, se divierta, o tenga que pasar largo tiempo: las filas para pagar impuestos, o comprar; salas de espera de consultorios, central de autobuses, y aeropuertos. Además debe haber libros para todos
los gustos e intereses, para todas las edades, y para todos los niveles de preparación.
Es muy importante tomar en cuenta que la lectura es un acto personal, y aunque usted no lo crea es un acto íntimo. Es un acto introspectivo de admitir que tenemos pasiones y conmociones. Es una práctica de interiorizarnos con nuestro espíritu, para prodigarnos mutua ternura, de permitir que afloren nuestros sentimientos hacia algo, o hacia alguien. Pero para sea auténtico, esto debemos hacerlo en la soledad.
Es difícil que los adultos digan a otras personas los libros que realmente gustan de leer, porque quizá les dé pena decir que les gusta alguna novela romántica, mitologías, e inclusive cuentos infantiles. Socialmente, las personas acostumbran mencionar a obras o autores muy renombrados, y decir que los han leído, con el propósito de que la gente crea que son intelectuales, o muy cultos.
Muchos dicen haber leído El Quijote, y hasta hace citas de Miguel de Cervantes, sin que hayan leído esa obra. Es clásico que la gente poco culta se adorne citando por ejemplo “ladran los perros Sancho, señal de que avanzamos”, o “con la iglesia hemos topado, Sancho”. La verdad es que en ningún lugar de El Quijote aparecen estas líneas.
Las gentes realmente cultas y los lectores verdaderos tendrían que haber leído al menos una obra del premio nobel de México Octavio Paz, algún libro de Sor Juana y de Altamirano, para que nos puedan presumir de tener un buen criterio literario.
Pero también tenemos que admitir la existencia de algunas personas inadaptadas o disfuncionales, que leen en grupos, o asistidos por otras personas. Está bien que a un niño le leamos un cuento o una historia, cuando aún no saben leer. Pero continuar leyéndoles indefinidamente, cuando ya ellos saben hacerlo, no es normal.
Es verdaderamente patético mirar en una reunión familiar, en una fiesta o en un evento social, cómo dos personas se ponen a hablar de un libro que han leído. Repiten líneas, nombres del libro, y lo festejan riendo…y las demás personas solo mirando. Es una pérdida de tiempo porque, pues si ya leyeron el mismo libro, pues ya saben lo mismo ¿No?
Lo verdaderamente maravilloso es que la generación de nuestros abuelos son buenos lectores. Casi todos leyeron más de una buena obra clásica, e inclusive pueden contarnos anécdotas de los grandes escritores o autores universales.
Pero ¿Cómo se iniciaron en la lectura cuando no había programas de fomento a la lectura? Muchos de nuestros viejecitos solo estudiaron la escuela primaria. Existían pocas bibliotecas, y no había televisión por cable, ni internet.
Desde niños asumieron roles de trabajo en sus hogares, y cuando decidieron formar su familia, afrontaron personalmente sus responsabilidades, sin depender de ayudas del gobierno.
Quizá sería bueno preguntar a esos lectores que se formaron con su propio esfuerzo, por su propio interés, y seguramente para su placer íntimo…e inconfesable.

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