viernes, 26 de mayo de 2017

ARTÍCULO

El sacrificio como parte
de la vida humana
César González Guerrero
El presente artículo es un homenaje póstumo a mi Padre Santa Cruz González Cortes (QEPD) en ocasión del 88 aniversario de su natalicio el pasado 3 de mayo y a mi Madre Cohinta Guerrero Aparicio (QEPD) con motivo de la celebración del Día de la Madre, su 11 aniversario luctuoso el pasado 5 de marzo y 92 años de su natalicio el pasado 25 de marzo de este año 2017. Con una gratitud eterna.
El Sacrificio, es un término que procede del latín sacrificium significa esfuerzo, entrega, pena, sufrimiento, acción, trabajo, etcétera, para conseguir o merecer algo que beneficie a alguien o algo en cualquier parte del mundo y de la vida; siempre será fundamental para resolver problemas. Desde el propio nacimiento y origen de las cosas, su desarrollo y hasta la muerte o
fin, los obstáculos siempre existirán y por supuesto se tienen que vencer, no hay otra alternativa.
En muchas ocasiones la historia, desde el origen de la vida y más del Evangelio de Jesucristo, nos enseña que el sacrificio es una ofrenda ritual que se hace a una divinidad, como homenaje o expiación (eliminación de culpas). Aunque en la vida cotidiana el sacrificio es  físico permanente y constante.
Así el sacrifico se considera como parte de la humildad y sinceridad del ser humano con el propósito noble de satisfacer necesidades, como un esfuerzo extraordinario. El sacrificio es un valor moral que aplica en todos los momentos de la existencia humana y seguramente cada uno de nosotros, hombres y mujeres, realiza con toda la voluntad de llegar a la meta u objetivo.
Recuerdo que mi madre Cohinta Guerrero Aparicio (QEPD) me comentaba los sacrificios que pasaron nuestros abuelos, más mi abuela Petra Guerrero Tejada QEPD) su mamá, para lograr una estabilidad social que en aquella época no existía. Ella misma nos decía que vivieron momentos muy difíciles por la situación de violencia, inseguridad y carencia de todos los servicios públicos elementales, como la falta de dinero, atención médica, servicios educativos, empleos, solo por mencionar algunos.
Y esa misma historia, aunque ahora en otras circunstancias,  nosotros la comentamos a nuestros hijos y nietos; también vivimos situaciones complicadas y tal vez mucho más que las de mis padres y abuelos. Seguramente mis hijos, nietos y bisnietos vivirán otras complicaciones que ameritaran mayores retos y sacrificios. Esperemos y deseamos que los superen. Es muy traumático vivir en medio de carencias y dificultades.
No se puede olvidar el hecho de sacrificar los momentos de vivir una infancia con alegrías, juegos y felicidad por cumplir actividades que solo competían a los mayores de edad como trabajar en el campo desde las 5 de la mañana, ir a la escuela Primaria, regresar al campo por las tardes hasta muy noche, diariamente. Al menos en mi caso, y creo en la mayoría de mis amigos de la época afortunadamente, nos apoyábamos con el mayor de los hermanos como yo con Luis Javier mientras estuvo en Copala estudiando la Primaria hasta los 12 años, después tuve que aceptar la responsabilidad de ayudar a mi padre y realizarlas sólo, con valor y decisión de seguir adelante.
Con mi hermano hacíamos una buena mancuerna en diversas actividades como “cortar leña” o “leñadores-vendedores”, “acarreadores-vendedores” de agua, “chaponar” y “limpiar” y preparar el terreno para la siembra, “cuidar” la milpa y el arroz, para que las “parvadas” de “sanates” y “tinguiliches” no nos “robaran” la producción, utilizando creativamente “los Chirrionazos” para “espantarlos” así como con las  “bolas” de lodo  disparadas con el “Resorte” y la “Jonda”. Fueron momentos de sacrificios porque no teníamos la oportunidad de jugar como ahora se hace, nuestro tiempo libre solamente fueron las noches que nos servían para jugar unos minutos a las “escondidas”, “canicas”, “trompos”, etc, sin embargo es una experiencia agradable porque precisamente gracias a ese sacrificio logramos valorar lo que es la educación y el trabajo. Al “Pasar” “regañadas”, “afrentadas”, hambre, desvelos, enfermedades, carencias, alcanzamos a entender la frase utilizada por nuestros padres “hay que sufrir para merecer”.
Modestamente recuerdo que mi maestro de Sexto año de Primaria Manuel Domínguez Jaimes (QEPD) me invito a trabajar en las tardes como “secretario escribiente” en la Recaudación de Rentas de Copala en donde él se desempeñaba como Responsable, a quien le agradezco lo mucho que aprendí, sin dejar de ir a las labores del campo en mi tiempo libre.
Después de los 13 años, para continuar los estudios de Secundaria, siempre abriendo el “surco”, mi hermano se traslada a Acapulco en donde lo alcanzo un año más tarde; ahí nos sacrificamos estudiando y trabajando todos los días, mi hermano como repartidor de medicamentos en la “famosa” Farmacia Red de la Colonia Progreso de Acapulco, con su inseparable bicicleta y su servidor como vendedor de los periódicos de la época “Revolución”, “la Verdad”. “el Trópico”, “Sol de Guerrero”, “Grafico”, de los que más me acuerdo, a partir de la 5 de la mañana en las “paradas” de autobuses, calles y avenidas del Centro de Acapulco.
Posteriormente, al quedarme una vez mas solo en Acapulco, porque mi hermano partió a la Ciudad de México a continuar sus estudios desempeñé el honroso trabajo de “cargador de canastas” o simplemente “canastero” en el Mercado Central de Acapulco, finalmente concluí mis estudios de Secundaria trabajando como auxiliar en un taller mecánico de la calle Durango en la Colonia Progreso. La suerte de mi hermano lo favoreció porque su trabajo fue estable durante sus tres años de estudios en la escuela Secundaria Federal número uno en el Farallón, mientras que a mí la vida me enseño los oficios ya mencionados. Creo aprendí mas.
Al volver a alcanzar a mi hermano en el Distrito Federal, para seguir cursando los estudios de nivel Vocacional en el Politécnico, en donde la suerte también lo seguía favoreciendo al encontrar un empleo de base en el Hospital de la Mujer mientras que yo, como siempre, desempeñaba el trabajo de un modesto aprendiz de “mecánico” reparador de cámaras fotográficas en el Taller de mi inolvidable amigo Luis Sánchez Alvarez mejor conocido en la Plaza de Toros y los estadios de futbol como “El Matador”. Terminé mis estudios superiores con una plaza de Prefecto en la escuela Secundaria 187 ubicada en la Calle Lorenzo Buturini. Creo seguí aprendiendo más que mi hermano. Obviamente mi sacrificio en el trabajo fue siempre mayor.
Durante esos años, 1967-1977 que se dicen rápido, siempre fue un sacrificio el dedicarse todo el tiempo a estudiar y a trabajar de lo que fuera para alcanzar un título profesional que a mucha hora logramos. Así nos enseñaron nuestros padres y nuestros amigos de la época. Fue ahí en donde aprendimos a forjarnos desde muy jóvenes casi niños, a vivir solos, trabajar todos los días, hacer labores que sólo se consideraba eran para las mujeres como barrer, trapear, lavar, planchar, cocinar, cocer, “remendar”, etc.
A manera de conclusión el Sacrificio es un asunto de convicciones y de voluntades pero más de compromiso moral. Nuestra misión está cumplida y creo valió la pena el sacrificio. Hagamos votos porque el sacrificio de la juventud de Guerrero del siglo XXI también alcance su propósito. Así esperamos.

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