viernes, 30 de junio de 2017

COLUMNA

De Frente
Miguel Ángel Mata Mata
 
El ISSSTE, un “mirrey”, los sudorosos y los piripituches.
— “Por eso los matan”, publicó en redes una burócrata del ISSSTE de Guerrero quien asegura detestar el sudor de un reportero.
— “Te va a pasar lo que a Cecilio (Pineda). Por eso los matan. Por ocicones”, amenazó el hijo de un diputado a un reportero de Tierra Caliente.
Los mexicanos, ha definido el INEGI, somos racistas. Según las estadísticas recabadas por el instituto, las personas con piel blanca reciben mejor salario y posición que los de tez oscura, pasando por los matices entre el blanco y negro.
En casi todo el país el peyorativo chilango se aplica a los del Distrito Federal y se les dice nejos, mugrosos, tranzas o mal educados cuando, según el mismo INEGI, los habitantes del Distrito Federal son las personas con la mejor calidad de vida de todo México.
Existen segmentos de la sociedad considerados, a sí mismos, como
ciudadanos de excepción. ¿Recuerdan a la hija del dirigente sindical petrolero Romero Deschamps, a bordo de lujosos aviones luciendo carísimas joyas y presumiendo un perrito bonito?
Entre esos segmentos, considerados a sí mismos, personas que levitan por entre el resto de los mortales, aparecen los empleados sindicalizados de los gobiernos federal, estatales y municipales.
¿Han visto el gesto de los que trabajan en la Comisión Federal de Electricidad, Petróleos Mexicanos o el ISSSTE? Por tan solo poner tres ejemplos. No caminan, levitan. No miran, condescienden. No pagan energía eléctrica, gasolina o servicios médicos porque “así lo marcan sus conquistas sindicales y su lucha revolucionaria”. Según la gente de la costa, quienes así se consideran son piripituches (*).
A principios de ésta semana, dos reporteros han sido víctimas de ese racismo ranplón.
En Tierra Caliente el hijo de un diputado amenazó de muerte, en redes sociales, a un periodista al que recordó que “por ocicones (asi sin la hache, que es muda, pero no in visible) matan a los periodistas”.
En Acapulco, la promotora de un candidato a dirigir una sección del ISSSTE lanzó similar acusación: “por sudorosos y ser reportero de quinta, los matan”, dijo a un periodista que buscó entrevistar a una mujer, acosada sexualmente, precisamente por quien quiere ser secretario general de esa sección sindical.
Discriminar, como lo hace el niño que quita la hache al hocico o la dama que amenaza de muerte por defender a un acosador sexual, es una variante de racismo.
Hagamos historia, aunque es comprensible que ni el niño sin la hache o la dama del acosador, puedan entender lo que sigue:
Los latinoamericanos somos racistas por una más de las malas herencias de la península Ibérica. Por ahí del año mil, cuando los Moros conquistaron el continente europeo, los naturales de España fueron confinados a vivir en las alturas de Aragón.
Casi todos los confinados allá, donde se les permitió vivir, siempre y cuando no diesen problemas, tenían una piel tan blanca que las venas se veían de color azul. En defensa de su origen argumentaron tener sangre azul.
Quinientos años después, al librarse de los Moros, de piel morena, los güeritos españoles inventaron el cuento de que los reyes y su corte pertenecían a una clase superior y que tenían la sangre azul, porque Dios así lo dispuso, para levitar por encima del resto de los mortales. Vaya estupidez.
Al llegar a América trajeron esa patraña e inventaron las castas que, quienes fueron a la primaria, supieron que hubo una gama tan extensa que a algunos les llamaron sambos, saltapatrás, mulatos, mestizos, criollos, por decir algunas cuantas del centenar de clasificaciones racistas que impusieron.
Hoy el racismo tiene variables. Lo hemos constatado ésta semana, con la actitud del hijo iletrado de un diputado y una burócrata ansiosa por no perder el privilegio de cobrar, con base sindical, y hacer poco.
Pero, resulta que ni el niño que quita la hache al hocico ni la dama que defiende al acosador sexual son de Aragón. Él sabe que existe hocico, aunque desconoce que la hache es muda, mas no invisible. Ella sabe que los reporteros sudan… el de ella es un delicioso perfume.
La impunidad, en cuanto a las agresiones a periodistas, es la simiente de estos actos de barbarie que hablan de una sociedad sin valores. Tal vez tengamos antecedentes de esa casta llamada saltapatrás.
(*) Piripituche.- Los pescadores de la costa de Guerrero llaman así al pescado que no sirve y lo devuelven al mar pues lo consideran basura.

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