viernes, 16 de marzo de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
DON LONGINOS ORGANISTA GARCÍA
EN SU LXVIII ANIVERSARIO LUCTUOSO

El jueves 15 de marzo de 2018, se cumplieron 68 años del lamentable fallecimiento del señor Longinos Organista García, padre de mi señora madre, la profesora Irene Organista Sánchez.
De origen ciento por ciento chilpancingueño, del barrio Tequicorral donde la familia Organista del siglo antepasado fue muy numerosa. El abuelito debió haber nacido entre 1880 y 1890. Casó con doña Regina Sánchez Flores, del barrio de San Antonio y su hogar lo establecieron
en la calle de Bravo, que al poco tiempo pasó a la cuarta calle de Ignacio Manuel Altamirano, las dos calles (Bravo y Altamirano) pertenecientes al barrio de San Francisco.
La pareja, proveniente de familias campesinas de origen chilpancingueño, continuaron, como lo hicieron sus mayores, en la siembra de maíz y frijol y la cría de ganado en forma modesta. Los Organista Sánchez realizaban sus labores en un extenso terreno de su propiedad en el paraje conocido como Texcalco, al sur de la ciudad, donde con otros familiares hacían uso de ocho yuntas para la siembra. En ese lugar había agua en abundancia debido a unos ameles que se localizaban cerca de la barranca de Texcalco.
Tuvieron varios hijos, algunos fallecieron siendo muy pequeños, debido a las diversas epidemias de la época. Les sobrevivieron cuatro hombres y cuatro mujeres, una de ellas Irene, mi madre quien casó con un joven del barrio de San Mateo, Roberto Contreras Morales quien dedicó su vida a trabajar como operador de maquinaria pesada, siendo su especialidad la Draga y desde muy joven salió de Chilpancingo a cumplir con el oficio que eligió.
Una hermana de mi madre, Amalia, alguna vez me platicó que mi abuelo don Longinos Organista García, como todos los muchachos de su generación, participó en el movimiento de 1910. Después continuó en sus tareas campesinas y en sus mocedades, al igual que muchos jóvenes de su generación, vistió el ajuar tlacololero, de lo que se desprende que alguna noche, al recordarlo, me provino escribir el poemita “Yo Soy el Tlacololero”:
“Salí a la caza del tigre/igual que lo hizo mi abuelo:/Subí por el Culebreado/, bajé en la Cruz de Ixtemalco. De Amojileca me fui/derecho a Tepozonalco/, y en vez de tigre encontré/a mi amor en Chichihualco”.
De los recuerdos más bonitos que conservo es que salíamos de la casa y me llevaba al centro de la ciudad cuando era yo muy pequeño. Usaba calzón y cotón de manta, un sombrero de palma, muy modesto y un bastón de otate. Ya doña Regina, su esposa había fallecido en 1940. Por la edad y porque llevaba a cuestas el esfuerzo campesino de toda su vida, el abuelito fue perdiendo la vista.
La mañana del miércoles 15 de marzo de 1950, salió a caminar. Habían abierto muchas zanjas por toda la ciudad para introducir drenaje y agua potable por parte del ayuntamiento. Una esquina antes de lo que es hoy la Escuela Morelos, sobre la avenida
Alemán, había una zanja enorme, no se fijó y cayó en ella. Ese accidente le produjo la muerte, y así terminaron los días del personaje a quien más he querido en mi vida.
Hubo detalles que apenas recuerdo de cuando en casa estaba tendido el cuerpo en una cama de otates sobre unos bancos de madera, mientras el carpintero construía el ataúd. Mi madre trabajaba en una escuela primaria de Zihuatanejo donde recibió la noticia fatal y se trasladó inmediatamente a Chilpancingo para, junto con sus hermanos y demás familia, dar cristiana sepultura a don Longinos.
Este 15 de marzo, a 68 años de su fallecimiento, en todo momento estuvo presente en mi memoria. Disfruté de la presentación que tan amable y generosamente se hizo de mi libro más reciente, en las oficinas del Sindicato de Redactores de la Prensa. Pero mi recuerdo y mi corazón estuvieron amarrados recordando a ese abuelito de carácter amable y apacible que tuve la dicha de disfrutar y que físicamente perdí antes de cumplir mis primeros cuatro años de vida.
Descanse en paz don Longinos Organista García.
Estoy completamente seguro que está con Dios y él, en mi recuerdo más grato, y en mi corazón.
¡Te quiero, abuelito!

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