jueves, 19 de abril de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor Contreras Organista
ALEJANDRO CERVANTES DELGADO
Cierta mañana, cuando a bordo de un auto compacto íbamos a Mochitlán a realizar nuestro trabajo informativo para Diario de Guerrero, llegando a la altura de donde estuvo el pequeño edificio de la estación de radio XELI, vimos que por la avenida Rufo Figueroa iba circulando, de oriente a poniente, la camioneta en la que regularmente se transportaba el gobernador Alejandro Cervantes Delgado, seguido de otros vehículos. Venían de “Casa Guerrero”, la residencia oficial y de seguro ACD visitaría algún municipio, como lo hacía con frecuencia. 
Decisión de reportero: “Los voy a seguir hasta donde vayan”. Al llegar al poblado de Petaquillas la caravana enfiló por el camino que conduce a Mochitlán. Pasaron de largo. Tampoco se detuvieron en Quechultenango, continuaron por el camino que lleva a Colotlipa. Antes de llegar a esa población siguieron por la vereda que conduce al balneario “Santa Fe”. En ese lugar estacionaron los vehículos a la vera del Río Azul. Hice lo propio y me acerqué para saludarlos.
Don Alejandro bajó de la camioneta. Se sorprendió al ver la presencia de un repo
rtero. Observé su molestia. Seguramente quería disfrutar esa mañana solamente con sus colaboradores más cercanos. La presencia de alguien de la prensa obviamente que no le fue agradable, tanto que a bocajarro y visiblemente molesto preguntó:
“¿Qué anda haciendo por aquí? ¿Qué, por aquí trabaja?”
-Señor –respondí-, yo trabajo donde está la noticia… y usted es noticia.
No dijo nada más. Vi la pena que su enojo causó a sus acompañantes, entre ellos el entrañable amigo y prestigiado médico don Alberto Saavedra Ramos. El gobernador, que iba enfundado en traje deportivo y zapatos tenis, se fue caminando por la orilla del río, solo. Se acercaron al reportero don Arturo Ramírez, apreciado amigo de don Alejandro, a quien con afecto le llamaba “La Pescadita”, el ingeniero Francisco Valdez  Medrano y el doctor Saavedra. Tratando de suavizar el momento dialogaron con el reportero.
Minutos después, mas tranquilo, el gobernador regresó y dirigiéndose al grupo del cual ya en forma imprudente formaba yo parte, nos dijo: “¡Vénganse, vamos a almorzar!” Bajo una ramada de las muchas que había para atender al turismo, una campesina preparó el almuerzo. La señora, con ojos llorosos provocado por el humo de la leña, sacaba tortillas del comal y las depositaba en un chiquihuite de donde desaparecían como por arte de magia.
Para ese momento, la irritación había sido superada por el gobernador Cervantes Delgado. Amablemente pidió a la señora de la fonda: ¡Hágame una salsa de chile puto!, en tanto las “gordas” que iban saliendo del comal nos las disputábamos con sus acompañantes. Se hizo la charla y hasta bromas hubo. De pronto el gobernador, otra vez a bocajarro, me preguntó:
“¿Qué le parecería a usted que se pavimentara esta carretera, hasta la entrada de las grutas?”
-Sería algo extraordinario. Vendría más turismo. Alguna vez se lo propusimos a López Portillo, cuando vino a Guerrero en su campaña política y se sorprendió cuando le presentamos con Ernesto Rosas un documental, con el grupo UPAC. Esa ocasión López Portillo dijo que le sorprendía ver que la carretera seguía en las mismas desde cuando siendo niño vino como boy scout a visitar las grutas de Juxtlahuaca. Prometió la pavimentación, pero llegando a la presidencia de la república se olvidó de su ofrecimiento.
“Nosotros la vamos a pavimentar, vamos a rectificar el camino; vamos a promocionar la región azul”.
-Ojalá que así sea, señor gobernador. Al doctor Abarca Alarcón la gente lo recuerda porque hizo el camino pavimentado a Chichihualco. En el camino anterior, usted lo recuerda, se entraba por Zumpango, en la vieja carretera  que hizo el poeta Lamberto Alarcón. Si usted pavimenta este camino la gente lo va a recordar siempre.
“Lo que no me gusta de cuando se construyen caminos –dijo el gobernador Cervantes Delgado- es que el primer camión que pasa por él, antes de que se inaugure, es el de la cerveza”.
A la mañana siguiente de haber almorzado con él y sus amigos a la vera del Río Azul, en Santa
Fe, don Héctor García Cantú destacó mi nota a ocho columnas en Diario de Guerrero: “Cervantes Delgado pavimentará el camino a las Grutas de Juxtlahuaca”.
Y no sólo eso, sino que casi completó el “Circuito Chilpancingo Azul” (Mochitlán, Quechultenango, Chilapa, Tixtla y Chilpancingo) con propósitos de atraer turismo. Quitó las ramadas del balneario Santa Fe y construyó estancias cómodas para los visitantes, hizo cabañas y un puente colgante y les dotó de servicios. Las grutas de Juxtlahuaca recibieron atención con luz y sonido y, en efecto, pavimentó la carretera hasta su entrada.
En el camino que va de Petaquillas a Tepechicotlán, construyó dos paradores para que los paseantes pudieran disfrutaran del paisaje. Lo que pasó después, terminando su sexenio, ya pocos lo recuerdan. Las cabañas de Santa Fe no recibieron mantenimiento, se llenaron de alacranes, tarántulas y basura. Se descuidó la pavimentación del camino que construyó hasta las grutas. Hubo saqueo de material de construcción del río en las proximidades de Coatomatitlán.
El cableado para la instalación del servicio de luz y sonido de las Grutas de Juxtlahuaca, se lo robaron, siendo un material muy costoso. A la familia de don Andrés Ortega, “El Chivo”, celadores de ese lugar los despojaron del modesto apoyo económico que les otorgó el gobierno del estado. A la entrada de la gruta se construyeron instalaciones para comodidad del paseante y se empedró el camino. Todo se echó a perder.
El antiguo tianguis de Chilapa, que era de un atractivo especial debido a su ancestral origen, desapareció. Todos los buenos propósitos que don Alejandro tuvo para “la Región Azul de Guerrero”, sólo duraron mientras él estuvo al frente del gobierno del estado. Lo peor es que en el aniversario de su natalicio ACD ha sido omitido en la memoria de muchos políticos a los que impulsó, apoyó  y les dio un nombre. Alguna vez le oímos decir: “Lo peor que puede haber en este mundo es la ingratitud”. No cabe duda: también fue profeta.

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